Rosh Hashaná no es simplemente el “año nuevo judío”. Para la visión jasídica de Rabí Najman de Breslev, es el día más central de todo el calendario, el eje alrededor del cual gira la vida espiritual del hombre y del mundo entero.
Rabí Najman decía:
“Mi Rosh Hashaná es más grande que todo. Quien esté conmigo en Rosh Hashaná, merece lo que merece.”
Con esto, el Rebe de Breslev no estaba hablando de una reunión social, sino de un encuentro existencial con la raíz del alma. Rosh Hashaná es el día en que se renuevan todas las fuerzas vitales del mundo. Así como el corazón bombea la sangre que da vida a todo el cuerpo, este día bombea la energía espiritual que sostendrá a cada persona durante el año.
En muchos lugares se describe Rosh Hashaná como “Yom HaDin”, el día del juicio. Sin embargo, Rabí Najman lo veía como un día de recreación,
donde Hashem no sólo juzga, sino que también vuelve a crear al hombre y a su destino.
El juicio no es una sentencia final, sino una posibilidad de empezar de nuevo. La esencia de la esperanza breslover —“¡Nunca te desesperes!”
(Al tityaesh)— se vive con intensidad en Rosh Hashaná: incluso si uno cayó mil veces, en este día se le da la fuerza de levantarse una vez más.
En la tradición jasídica, el tzadik es quien concentra y eleva las plegarias del pueblo. Rabí Najman veía en Rosh Hashaná la ocasión de
conectarse al tzadik verdadero, que actúa como un canal que abre el corazón del hombre hacia el Infinito.
Por eso insistía en que sus jasidim viajaran a su bet midrash en Uman para Rosh Hashaná: no porque el lugar en sí tuviera poder, sino porque la unidad
alrededor del tzadik permitía una elevación espiritual única.
En la visión de Breslev, la tefilá de Rosh Hashaná no es un trámite litúrgico, sino un acto cósmico: coronar a Hashem como Rey sobre el mundo.
El shofar, con su grito primigenio, despierta el alma desde su raíz.
El maljut (reinado) no es un poder autoritario, sino el espacio que el hombre abre en su corazón para que la Presencia Divina pueda habitar.
Cada palabra de plegaria es como un diamante que sostiene el trono del Rey.
Rabí Najman enseñaba que en Rosh Hashaná hay que vivir una tensión sagrada: por un lado, el temor reverente ante el juicio divino; por otro, la
alegría inmensa de saber que Hashem nos concede otro año de vida y de oportunidad.
El Rebe decía que el camino correcto es sostener ambos sentimientos a la vez: “Ser yir’a (temor) y simjá (alegría) juntos, como dos alas que elevan la
plegaria al cielo.”
Por eso, para los jasidim de Breslev, el viaje a Rosh Hashaná —ya sea físicamente a Uman o espiritualmente a través de la enseñanza del Rebe— es un encuentro con la raíz de la vida misma.
B”H
Queridos amigos suscriptores, nos acercamos al mes de Elul, un tiempo que nuestros jajamím describen como una temporada de misericordia y perdón.
El Midrash (Pirkei deRabí Eliezer, cap. 46) nos cuenta que en Rosh Jodesh Elul Moshe Rabenu subió nuevamente al Har Sinai para recibir las Segundas Tablas, y que durante cuarenta días Hashem reveló Sus 13 Atributos de Misericordia. Desde entonces, Elul se convirtió en un mes especial para el arrepentimiento, pues Hashem abre las puertas del cielo para recibir nuestra teshuvá.
El mes de Elul es un tiempo único de cercanía con Hashem. Rabenu Najman de Breslev enseñó que este mes no es solo preparación para el juicio de Rosh Hashaná, sino una oportunidad de amor y conexión profunda.
El shofar que suena en Elul, decía Rabenu, es como la voz del corazón que clama a Hashem, un llamado a despertar del letargo espiritual.
Teshuvá con alegría: más que hundirnos en la tristeza por lo que hicimos mal, Elul es el momento de agradecer que aún podemos volver a Hashem. “No hay alegría más grande —enseñó Rabenu— que volver a casa después de estar perdido”.
El Rey está en el campo: Hashem sale a nuestro encuentro, incluso si nos sentimos lejos. Cualquier persona, en cualquier lugar, puede hablar con Él directamente. Este es el momento ideal para la hitbodedut: hablar con Hashem con sinceridad, como con un amigo cercano.
Mirar el bien: incluso en días de juicio, debemos buscar los puntos de bien en nosotros mismos. Desde ese pequeño punto de luz, podemos volver a brillar.
Elul, según Rabenu Najman, es un regalo: 40 días de misericordia que nos invitan a despertar, acercarnos y comenzar de nuevo.
El Rambam (Hiljot Teshuvá 3:4) escribe:
“Aunque la teshuvá y el clamor a Hashem son apropiados en todo momento, en los diez días entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, y con mayor razón en el mes que los precede, se reciben de inmediato.”
El Baal Shem Tov explicó este mes con la famosa parábola:
"En Elul, el Rey está en el campo" — Cuando el rey está en el palacio, no cualquiera puede acercarse. Pero cuando sale al campo, cualquiera puede acercarse a él, saludarlo y presentarle sus pedidos con una sonrisa. Así es Hashem en Elul: se acerca a nosotros para que nos acerquemos a Él.
El Gaón de Vilna enseñaba que el nombre Elul (אלול) alude a “Ani Ledodi Vedodi Li” (Yo soy de mi amado y mi amado es mío – Shir HaShirim 6:3), recordándonos que la teshuvá no es solo por temor al juicio, sino también por amor a nuestro Creador.
Durante este mes, tenemos varias costumbres:
Tocar el shofar cada mañana para despertar el corazón.
Recitar Salmo 27 “LeDavid Hashem Ori Veyish’i” hasta después de Sucot.
Revisar nuestros tefilín y mezuzot, no solo físicamente, sino también nuestro propio corazón y acciones.
Y, según la tradición sefardí, recitar Selijot desde Rosh Jodesh, o según la ashkenazí, comenzar el domingo antes de Rosh Hashaná, para pedir perdón y reconectar con Hashem.
Queridos seguidores, Elul es un regalo. No es un mes de miedo, sino de cercanía. El shofar que escuchamos no es una alarma de castigo, sino un llamado de amor, como una madre que despierta a su hijo suavemente: “Hijo mío, despierta, es hora de volver a casa.”
Que podamos aprovechar cada día de este mes para limpiar nuestro corazón, reparar nuestras relaciones y fortalecer nuestra conexión con Hashem, para llegar a Rosh Hashaná no solo preparados para el juicio, sino llenos de amor y compromiso renovado.
Ketivá veJatimá Tová – Que seamos inscritos y sellados para un año bueno y dulce.